«La construcción patriarcal de la diferencia entre la masculinidad
y la feminidad es la diferencia política entre la libertad y el sometimiento».
(Carole Pateman, ‘El contrato sexual’, 1988).
No encontré mejor forma de comenzar esta nota, que aclarando que feminismo, aunque suene parecido a machismo, no son lo mismo, precisamente son conceptos antagónicos; el feminismo busca la equidad e igualdad de los derechos de las mujeres como seres pensantes y libres que no deben permanecer bajo el yugo de principios patriarcales, asimismo no es adecuado comparar el feminismo con manifestaciones violentas, porque si es así, entonces no es feminismo; aclarada esa parte, me permito comentar que el tema de la violencia de género no es un problema exclusivamente de las mujeres, sino también de los hombres, de la humanidad como tal.
En este sentido, la indiferencia es la mayor amiga del patriarcado y las violencias, mientras continúe considerándose un problema de otros y exclusivo de las víctimas, no lograremos prevenir ni erradicar las violencias, porque se naturaliza (aprueba) en el sistema cultural; mientras eso suceda seguiremos llorando, enojándonos y estremeciéndonos (por unas horas) con noticias tan aberrantes como el asesinato de niñas de tres años, abuso sexual de niñas de meses de nacida y feminicidios de mujeres que habían denunciado pero que nadie las pudo salvar del monstruo de la muerte violenta. Por eso la violencia debe trascender del pasajero boom noticioso al compromiso y consciencia de toda la sociedad por su prevención y erradicación.
De esta manera, el feminismo y las nuevas masculinidades son dos escenarios fundamentales para avanzar en la construcción de una nueva sociedad, equitativa, igualitaria y sin violencias; esto no se puede considerar una utopía y seguir en la resignación de que nada va a cambiar o que solo las entidades tienen el deber de garantizar la prevención de las violencias, es hora de despertar, de sensibilizarnos, de reconocer que la violencia a todos nos puede afectar, que no tiene exclusividad para un tipo de población y que nuestras nuevas generaciones necesitan crecer en paz y con sus derechos garantizados.
Algunas veces escuchamos a las personas quejarse de la impunidad, de la pobre justicia o de la negligencia del sistema institucional y no podemos negar que, si existen dichas falencias institucionales; pero también es un problema que la sociedad considere que esto solo corresponde a las mujeres u hombres que trabajan por los derechos, porque esto implica intervenir a las familias, las escuelas, las comunidades y cada segmento poblacional.
Por ello es fundamental que se comience a percibir el tema de la inequidad e igualdad de género como un asunto público, es decir, un problema político, cultural y social que afecta a todos y todas, lo cual, implica deconstruir el imaginario “los trapitos sucios se lavan en casa” “en pelea entre marido y mujer nadie se mete”. En este sentido, se debe comprender el problema de la violencia de género, desde el enfoque de derechos y desarrollo humano integral, reconociendo sus dimensiones multicausales que no se pueden enmarcar en una receta de solución, pero sí se puede considerar que es posible desarrollar procesos para desnaturalizar paradigmas patriarcales que impiden el logro de la igualdad entre géneros.
Nota: Que no nos mate la violencia, mientras seguimos considerando que es problema de otros y que nunca nos puede afectar #ojoaldato #reaccionemos #niunamenos #noviolencia #niunamás
Fabrina Acosta Contreras