Por: Fabrina Acosta – Contreras
En un mundo colapsado se ha vuelto cotidiano escuchar “Estoy en crisis” “El estrés me está acabando” y un sinnúmero de afirmaciones que nos informan que no es que estemos del todo bien, vivimos la era de no tener tiempo para lo fundamental sino para la productividad, hace que la salud mental se convierta en enfermedad mental, por ello, mi invitación es a que la saquemos del clóset, que dejemos de estigmatizarla para no tener que llorar suicidios; ya va siendo momento de dejar el miedo a hablar de temas de salud mental, comenzar a entender que las enfermedades físicas nacen en su mayoría de lo mal que está nuestra psiquis, no nos enseñaron que la mente y el espíritu también necesitan cuidado e higiene, solo imagino cuanta hambre siente nuestro universo psíquico, entre tanto afán de vivir sin existir, de concentrarnos más en el hacer que en el Ser, transitamos en la incoherencia de acumular bienes para al final no tener la salud necesaria para disfrutar.
En estos tiempos, es extraño conseguir personas que no hayan experimentado diferentes crisis psicoemocionales, muchas de ellas con ideas suicidas, otros con estallidos de violencias, en fin, la cosa no anda bien y seguimos dejando en el clóset de los prejuicios a la salud mental, de eso no se habla y se piensa que solo con voluntad se soluciona, cuando miles de personas ya no tienen control de nada, no se trata de que un día despierten y su diagnóstico no esté, sino de brindar atención especializada y la empatía del entorno, no es un asunto minúsculo que se soluciona diciendo “Ya deja esa depresión” “cógela suave” no, no es así.
Sacar del clóset a la salud mental es asumir la complejidad que implica, no es un asunto folclórico al que le ponemos un pañito de agua tibia y solucionado; por otro lado, la mejor intervención es la prevención, sin embargo, es muy difícil estar equilibrado y del todo bien, ante un mundo caótico, un país repleto de historias violentas, la locura diaria de situaciones que superan toda ficción y que muchas veces dejan sin aliento.
Así que justo en septiembre el mes de la prevención del suicidio, escribo esta columna para decir que merecemos habitar un mundo más compasivo y menos exigente, más sensible y menos indiferente, más humano y menos cosificado; se evitarían muchas muertes si nos hiciéramos conscientes de la importancia de la salud mental, si renunciáramos a prejuicios sociales, estereotipos de género y acciones de juzgamientos verticales que lapidan a cualquier ser humano, basta de crear unos estándares inalcanzables porque no somos perfección sino una humanidad con derecho a la equivocación y a los aprendizajes, nos hace falta la bondad por nosotros mismos y urge que el mundo sea menos radical para no enviar a muchas personas directo a la crisis o al suicidio.
Solo para citar un ejemplo en el caso de la Guajira, tenemos cifras que nos confirman que la salud mental es una pandemia silenciosa, según datos de la Secretaría Distrital de Salud de Riohacha en lo que va del año 2023 (a la fecha) van 102 casos de los cuales, 32 personas lo han intentado más de una vez, el promedio de edad entre 15 a 19 años son 29 casos y entre los 20 y 24 años van 25, lo que informa que los y las jóvenes están padeciendo crisis de salud mental y son la población de mayor vulnerabilidad.
El comportamiento del evento muestra que el mayor número de pacientes son mujeres con un 61.8% (N=60) y los hombres representan un 38.1% (N=37), en el 40.2% (N=39) de los casos de intento de suicidios notificados a Sivigila, reportaron que fueron por conflictos con parejas, otros factores comúnmente identificados fueron problemas económicos 16.5% (N=16).
Con estas cifras es relevante pensar que solo son un indicador si pensamos en los casos que no son registrados la situación es grave. Por ello, es momento de vernos como seres holísticos y de esa manera retornar a la esencia, lejanos a la cosificación y a la vida en remoto en la que muchas veces caemos sin hacer consciencia de estar muertos en vida. A este mundo llegamos a disfrutar y en el camino nos vamos acostumbrando a normalizar el aguante de ese padecimiento. La salud mental merece transitar en libertad sin tener que esconderse de los estigmas que se le asignan.
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