Por: Victor Manuel De Luque Vidal
La vida, enigmática y desconcertante contradicción, nos envuelve en una telaraña de paradojas insondables. En este efímero viaje, somos testigos y protagonistas de situaciones en apariencia absurdas y contrarias a la lógica tradicional. Paradójicamente, somos criaturas racionales atrapadas en un universo irracional. Nos adentramos en este misterio profundo, donde las respuestas se escurren entre nuestros dedos como agua, y somos espectadores de una danza caótica en la que lo «incoherente» o coherencias individuales se mezclan con lo coherente, lo irracional se enreda con lo racional, y la lógica se desvanece en el alboroto del cosmos.
El sentido común, esa brújula que nos guía en el laberinto de la existencia, se vuelve, paradójicamente, el menos común de los sentidos. En un mundo en constante cambio, sumergidos en una vorágine de información y desinformación, luchamos por aferrarnos a patrones de lógica y racionalidad que parecen desvanecerse entre nuestras manos. Nos encontramos en un océano de incertidumbre, intentando sostenernos en una pequeña balsa de conocimiento, mientras las olas de la contradicción amenazan con arrastrarnos hacia la confusión. Nuestras certezas se hacen frágiles, como cristales a punto de romperse, y nos vemos obligados a enfrentar la paradoja de buscar la verdad en un mundo que parece jugar al escondite con ella.
Pero más allá de las sombras de lo paradójico, existe otro fenómeno igualmente desconcertante: las violencias, ese ente siniestro que se desliza sigilosamente por los rincones más oscuros de la humanidad. Contrario a toda lógica y sentido común, las violencias tienden a condicionar algunos contextos, regalando al mundo una paradoja escalofriante. ¿Cómo es posible que la racionalidad y el amor sean mancillados por las violencias? En esta, otra novela de la vida, encontramos personajes desgarrados por las contradicciones más incomprensibles. La razón y el amor, pilares de nuestra existencia, se ven amenazados por fuerzas ajenas, que actúan como un viento maligno agitando las páginas de un libro sagrado. ¿Cómo puede la bondad coexistir con el horror, y la ternura con el desprecio? La respuesta, quizás, se esconde en el laberinto de la condición humana, donde los oscuros senderos de nuestra mente se entrelazan con las espinas de la violencia, creando una amalgama indescifrable de contradicciones que nos consume el alma.
En esta reflexión sobre lo paradójico de la vida, nos encontramos con un dilema crucial: la consciencia de saber cuándo parar y cómo continuar. ¿Cuándo detenernos en nuestra búsqueda de respuestas y dejar que las paradojas fluyan por sí mismas? ¿Y cómo seguir adelante en un mundo donde la incoherencia impera y la irracionalidad se erige en trono? Nos enfrentamos a una encrucijada donde las dudas se acumulan como nubes negras en el horizonte, desafiándonos a desentrañar el enigma de nuestra propia existencia. Nos adentramos en el abismo de la incertidumbre, y nuestra única guía es el coraje de enfrentar lo desconocido y el impulso de buscar respuestas en los lugares más insospechados.
Tal vez, debamos abrazar estas paradojas como llamadas a la reflexión más profunda. Quizás sea nuestra incapacidad para entenderlas lo que nos invite a trascender los límites de lo conocido y adentrarnos en la maraña de lo incierto. Quizás sea en ese caos, en ese abismo de contradicciones, donde encontraremos las respuestas que tanto anhelamos. En el río de la vida, nadamos contracorriente, dejándonos llevar por la corriente de las paradojas y buscando la resiliencia en medio del caos. Nos convertimos en exploradores de lo desconocido, navegando por aguas turbulentas en busca de la verdad que se esconde detrás del velo de la contradicción.
En última instancia, somos seres volátiles en un mundo plagado de contradicciones. Enfrentamos el desafío de navegar en aguas turbulentas, de conciliar lo ilógico con lo lógico, lo absurdo con lo razonable. Pero en medio de la paradoja, se encuentra la magia de la vida, el misterio fascinante que nos empuja a seguir adelante, a sumergirnos en lo desconocido y a abrazar las paradojas que nos rodean. Somos los personajes de nuestra propia historia, caminando por senderos envenenados por la irracionalidad, pero también iluminados por los destellos de la razón. Y en ese caminar, entre luces y sombras, encontramos la belleza oculta en las contradicciones, la belleza que solo un ojo atento puede discernir.
La vida, nos muestra que en lo paradójico también hay belleza. Como lectores atentos de esta gran novela llamada existencia, debemos aceptar las paradojas como esos hilos invisibles que tejen el tapiz de nuestras vidas. Solo entonces, tal vez, podamos encontrar el sentido en esta danza perpetua entre lo válido y lo absurdo, entre el amor y la violencia, entre el sentido común y la paradoja misma. Navegando en las corrientes turbulentas de la vida, descubriremos que la belleza se encuentra en las contradicciones, en los matices que tejen la trama de nuestro ser. Y así, en medio del caos y la confusión, encontraremos la serenidad de comprender que la vida, con todas sus paradojas, es un regalo inigualable que debemos abrazar con valentía y pasión.
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