Por: Rashide Chicre
Hace varios años tomé la decisión de hacer algunos cambios en mis hábitos y empecé a practicar actividad física; entre esas el Running. Llevo 4 meses aproximadamente saliendo cada madrugada a realizar mis entrenamientos y en ocasiones incluyo en los recorridos la calle 15; en cercanías al comando de la Policía. En ese sector abundan muchos “hombres” supongo que conductores y despachadores de vehículos que viajan a Uribia, Manaure y Maicao.
Debo confesar que me sentía intimidada cada vez que pasaba por ahí porque me lanzaban “piropos” algo soeces. Me resulta vergonzoso mencionar que un motociclista una vez me pegó una nalgada y casi me tumba, lastimosamente no tuve tiempo de mirar su placa y me parece reprochable desde todo punto de vista esta acción. Me alcancé a sentir mal por ello y excluí esa ruta de mis recorridos, luego vi que usando la avenida de los estudiantes era similar al pasar frente al hospital, también cuando pasaba por Sao y cada vez mis opciones de “calles seguras” iban disminuyendo.
Cierto día hablaba con una amiga y mencionaba el mismo inconveniente cuando salía a hacer sus ejercicios y me sorprende con esta frase “Me tocó empezar a usar licras al tobillo y blusas largas para que dejaran de morbosearme”. Me quedé pensando esa noche en la solución de mi amiga y quise buscar una para mí, pero no esa, el usar ropa muy amplia y pesada no favorece a un runner, la ropa debe ser lo más ligera posible y encontré una salida: USAR AUDÍFONOS, agregué regueton a mi playlist en la que abundaban vallenatos y exigirme un poco más en mi ritmo de carrera cuando pasaba por esas calles invadidas por “señores” que incomodan y fastidian con sus comentarios obscenos.
No tenemos porqué sentir temor de ser burladas, acosadas o agredidas por usar ropa deportiva corta, no está bien naturalizar esos piropos tan desagradables, no somos culpables de lo que un hombre pueda pensar acerca de lo que vestimos.
Volví a verme con mi amiga saliendo del gimnasio y me dijo: “Veo que seguiste corriendo, ¿Dejaron de molestarte?” No, ahora uso audífonos y corro más rápido”
Ella sonrió, no sé si entendió pero le sugerí esta lectura para que entienda que nosotras no tenemos porqué actuar para agradar o minimizar ciertos comportamientos en algunos hombres; que existen masculinidades sanas, sensatas y respetuosas por demás, que somos dueñas absolutas de nuestro cuerpo y que disminuir o descender al nivel de esos seres aumenta notablemente esos malos comportamientos. Seguí usando las rutas, sin temor y simplemente porque hacen parte del espacio público y soy una ciudadana que cumple normas y leyes; eso me hace merecedora de transitarlas sin restricción alguna.
Pensando en este escrito, ayer pasé por esa calle a la que le tenía temor con la playlist pausada y noté que solo me miraban, ya no me chiflaban ni me mal piropeaban, creo que poco a poco he ido ayudando a “naturalizar” la práctica deportiva de las mujeres, usando la ropa adecuada, la que nos gusta, la más cómoda para obtener un buen rendimiento.
Mis rutas se han extendido, ahora corro en las carreteras, de un corregimiento a otro, veo cómo me hacen porras desde los carros y me sonríen conocidos y desconocidos, pero fue necesario entrenar dentro de la ciudad, se que de una u otra manera, abrí un espacio pequeñito desafiando estereotipos mientras sumo kilómetros en mi Strava con mis amigos de RunnigRiohacha e inspiro a otras mujeres a cuidarse y amar sus cuerpos.